- Título: Cacao
- Título original: Cacau
- Autor: Jorge Amado (1912-2001)
- Año de publicación: 1933
- Edición: Alianza Editorial, Madrid, 2ª reimpresión, 1995, 138 págs.
- Traducción: Estela Dos Santos.
Las novelas escritas por el brasileño Jorge Amado a lo largo de las primeras décadas de su trayectoria literaria están fuertemente marcadas por el compromiso social y político. En ellas se nos pone de manifiesto muchas de las diversas formas de desigualdad y exclusión social existentes en el Brasil de la primera mitad del siglo XX. Este compromiso no se ciñe sólo a la plasmación literaria ya que Amado, desde muy pronto, empezó a militar en el partido comunista, militancia que le condujo en varias ocasiones al exilio.
Cacao está escrito en primera persona. El narrador es José Cordeiro, quien, desde su posición de tipógrafo comprometido con el socialismo y la lucha de clases, evoca aspectos de su vida tales como la infancia y, sobre todo, el descenso a los infiernos, representado aquí por su estancia en
Casi al final del libro, Cordeiro nos dice que su objetivo no es escribir una novela al uso sino presentar al lector la vida de los trabajadores del cacao, aunque reconoce que en el relato se le coló alguna anécdota personal, como su relación amorosa con María, la hija del rey del Cacao. El lector juzgará si las relaciones que se entablan entre estos dos personajes son meramente anecdóticas o por el contrario indican aspectos más íntimamente ligados al objetivo esencial de la novela.
Pese a que, como muy bien reconoce Cordeiro, esta no es una novela con una trama muy articulada, lo cierto es que está escrita desde una ideología muy clara que condiciona fuertemente la configuración de los personajes, los cuales están elaborados conforme a un cierto maniqueismo, pues, por lo general, los vicios se reparten entre las clases superiores (empresarios, magnates de la prensa y de las revistas literarias etc) y las virtudes entre los de abajo (campesinos vagabundos, bandoleros, prostitutas etc, siendo los capataces incapaces de adquirir conciencia de clase, quizá, quienes aparecen como más despreciables.
Entre los personajes más planos y predecibles se encuentran Misael Frajelo, paradigma de hacendado explotador y sin escrúpulos, Arlinda, su cínica esposa y Osorio, joven parásito entre cuyos pasatiempos preferidos está la seducción de jóvenes campesinas a las que abandona a las primeras de cambio, abocándolas, frecuentemente, a la prostitución e incluso al suicidio. Configurada con alguna arista más, nos encontramos con María, la hija de don Frajelo, a la que el lirismo del narrador funde con el paisaje: "El cabello rubio de María recordaba el oro de los cocos maduros del cacao" y "No sé si fue sólo ilusión, pero el gusto de los labios de María me recordaba el gusto prohibido de la miel de los carozos de Cacao" (págs 136 y 137). María tiene ciertas ambiciones literarias; en sus poemas distorsiona la realidad hasta el punto de presentarnos a los trabajadores del cacao como seres que viven en un mundo idílico.
Los personajes pertenecientes a los grupos sociales más desfavorecidos, fundamentalmente, trabajadores del Cacao y prostitutas, tienen un perfil más poliédrico. Entre ellos destacan el enamorado guitarrista Colodino y Honorio, matarife que no duda en liquidar a aquellos hombres que crean dificultades a don Frajelo hasta que surge una seria disputa entre Colodino y Osorio motivada por la bella Magnolia.
Cuando José Cordeiro llega a la plantación Fraternidad todas estas gentes viven sin apenas esperanza de ningún tipo, elevando poco menos que al rango de condición inherente a la especie humana, la situación de semiesclavitud y cosificación que padecen:
"Nadie se quejaba. Todo estaba bien. Vivimos casi al margen del mundo y nuestra miseria no le importaba a nadie. Se vivía por vivir. Muy lejana se entreveía la idea de que las cosas podían cambiar. Cómo, no lo sabíamos. No todos podíamos ser patrones. Entre mil, apenas se podía enriquecer uno (pág. 48).
Mención especial merece la ternura con la que el autor se aproxima al mundo de la prostitución de cuya existencia no titubea en hacer responsable al injusto sistema social. Y es que, en la calle del barro y sitios semejantes, no sólo recalan las mujeres seducidas y abandonadas sino también hijas y esposas de trabajadores fallecidos bien por muerte natural o bien por accidente laboral.
Como lo muestra el fragmento que insertamos a continuación, el llamamiento a la conciencia de clase que preside esta obra no excluya a las trabajadoras del sexo:
"Pobres mujeres que lloran, rezan y se emborrachan en la calle del Barro. Pobres obreras del sexo. ¿Cuándo llegará el día de vuestra liberación?
Cuántos manantiales de cariños perdidos, cuántas buenas madres y buenas labradoras. Pobres de vosotras a quienes las señoras casadas no reconocen ni siquiera el derecho al reino de los cielos. Pero los ricos no se avergüenzan de la prostitución. Se contentan con despreciar a las infelices. Se olvidan de que fueron ellos quienes las mandaron allí. Me quedo pensando en el día en el que la calle del Barro, se levante, destroce las imágenes de los santos, arrase con las cocinas de los ricos. Ese día hasta hijos van a poder tener" (pág. 66.
Digamos también que, para el lector no brasileño, esta novela, al igual que otras del autor, tiene enorme interés por sus referencias costumbristas y la proliferación de vocabulario que alude a elementos autóctonos como cultos religiosos, plantas, animales, frutas, platos cocinados etc