- Título: Capitanes de la arena.
- Título original: Capitaes da Areia.
- Autor: Jorge Amado (1912-2001).
- Año de publicación: 1937
- Edición: Alianza Editorial, Madrid, 3ª reimpresión, 1995, 276 páginas
- Traducción: Estela Dos Santos.
Al igual que obras como Cacao o Sudor, Capitanes de la arena se inscribe en el primer período de la trayectoria literaria de Jorge Amado, el cual está jalonado por novelas elaboradas desde una óptica claramente crítico-social bajo la que los aspectos estéticos queden subordinados a fines éticos y políticos. En concreto, la novela sobre la que se pretende llamar la atención en este artículo intenta despertar la conciencia ciudadana ante el problema de los niños sin hogar que por los años veinte y treinta del siglo XX pululaban por las grandes urbes brasileñas, especialmente en Salvador de Bahía, ciudad en la que se desarrolla la acción.
Los capitanes de la arena son los componentes de una banda de estos niños bahianos cuya edad oscila entre los 6 y los 16 años, que tiene su campamento en un depósito abandonado junto a un arenal; no se trata de una pandilla más, sino de un grupo que destaca por la disciplina y conciencia colectiva que preside el comportamiento de sus miembros, características que les hace especialmente temidos entre los ciudadanos considerados de orden. Esta cohesión grupal se manifiesta en la capacidad de los capitanes de la arena para perpetrar robos en diverso grado o repartirse a las chicas, pero también en la aplicación de un código moral que tiene en la solidaridad su valor fundamental y en la traición su transgresión más flagrante.
En esta novela, Jorge Amado parte del supuesto de que las conductas de los capitanes de la arena y otras bandas de niños de la calle que son consideradas como reprobables por gran parte de la sociedad no tienen su base en las estructuras anímicas de estos chicos sino en el egoísmo de quienes disfrutan de la riqueza y, por extensión, en instituciones como la prensa, la iglesia, la policía o el reformatorio que no hacen más que reforzar el orden social establecido. Ahora bien, Capitanes de la arena no es una obra meramente propagandística ya que encierra un cierto potencial estético que se manifiesta en el método de configuración de algunos personajes, en la tensión producida entre ética y moral y en el lirismo moderado que impregna muchas de sus páginas.
De manera contraria a lo que sucede con gran parte de las novelas de crítica social, las cuales inspiradas por concepciones estéticos y técnicas compositivas de raíz naturalista y objetivista deshumanizan a los personajes provocando en el lector un cierto distanciamiento, Jorge Amado pone gran énfasis en la plasmación de la dimensión humana de los capitanes de la arena. Con tal fin, penetra en el interior de los personajes socialmente más desfavorecidos, mostrando al lector la variada gama de sentimientos, razonamientos y dilemas que actúan sobre ellos. Así, el Profesor se nos presenta dotado de una fina sensibilidad artística; Pirulito, gracias a la positiva influencia del padre José Pedro, arrastrado por la devoción religiosa, abandona su vida de ladrón callejero y Pedro el Bala, el jefe del grupo, cuyo padre había sido asesinado por las fuerzas del orden mientras participaba en una huelga, debido al amor de Dora, se eleva espiritualmente, aunque no en sentido religioso, transformándose considerablemente su percepción de la realidad en general y su actitud hacia las mujesres, en particular. Pero tal vez sea el Sin Piernas el personaje mejor logrado de la novela debido a la tensión que encarna entre, por un lado, un profundo sentimiento de odio y resentimiento derivados de su cojera y de las múltiples humillaciones sufridas y, por el otro, la necesidad de afecto.
Una de la mayores deficiencias artísticas de Capitanes de la arena radica precisamente, como sucede en gran número de novelas de este tipo, en que, salvo alguna excepción, los personajes pertenecientes a la alta sociedad o a las instituciones del poder, policías, el director y demás trabajadores del Reformatorio etc, no están configurados conforme al mismo método sino que están trazados de manera muy esquemáticos y carentes de cualidades empáticas hacia los sufrimientos de las personas socialmente más desfavorecidas; son seres egoístas y brutales.
La trágica trayectoria del Sin Piernas resulta muy paradigmática del conflicto antes aludido entre las esferas de la ética y la moral. Explicadas de una manera muy simplificada, digamos que lo ético hace referencia a una especie de relación entre individuos que apuntaría hacia un tipo de universalidad propiciada por las peculiaridades de los seres humanos y por extensión de algunas especies animales, mientras que lo moral hace referencia a los deberes del individuo hace ciertos grupos en los que se encuentra inmersos; así, por ejemplo, virtudes como la generosidad o la fraternidad entre todos los seres humanos se inscribirían en el ámbito de la ética, mientras que la solidaridad o la decisión de participar o no hacerlo en una huelga corresponderían a la esfera de lo moral. En el episodio que lleva por título "Familia", el Sin Piernas es introducido en una casa acomodada con la finalidad de robar una serie de objetos valiosos, siendo preciso que primero se gane la confianza de los miembros de la familia, lo cual resulta bastante fácil debido a que estos ven en él a un idóneo substituto de un hijo de corta edad al que habían perdido. El Sin Plernas ve cómo, por primera vez en su vida, alguien ajeno a los capitanes de la arena le trata de manera considerada, produciéndose así en su espíritu una punzante colisión entre la gratitud que debe hacia la bondad de una familia que se decide a acogerle como si de un hijo se tratara y la fidelidad hacia su banda, la cual de manera implacable le apremian para que de una vez por todas les ofrezca las claves necesarias para llevar a cabo el golpe. El lector encontrará otra escena similar en lo esencial en el episodio en el que Pedro el Bala intenta violar a una adolescente casi niña. La experiencia del Sin Piernas a la que nos acabamos de referir matiza un tanto la tesis según la cual en las primeras novelas de jorge Amado el bien es patrimonio de los pobres y los vicios de los ricos.
El lirismo de Capitanes de la arena se manifiesta en la descripción de los sentimientos, de los paisajes urbanos y de la naturaleza o de la interacción entre estos elementos. En este sentido, sirva como muestra el siguiente fragmento, el cual expresa la evocación que Pedro el Bala hace de Dora que se había convertido a la vez en madre y musa de muchos de los capitanes de la arena:
"Nada, nada sin parar. Ve a Dora delante de él. Dora, su esposa, los brazos extendidos hacia él. Nada hasta que se queda sin fuerzas. Entonces flota, los ojos en las estrellas y en la gran luz amarilla del cielo ¿Qué importa morir cuando se va en busca del ser amado, cuando el amor nos espera?
¿Qué importa que los astrónomos digan que fue un cometa que pasó por Bahía esa noche. Pedro el Bala vio a Dora hecha estrella, yendo hacia el cielo. Había sido más valiente que todas las mujeres (
..). Tan valiente que antes de morir, aunque era una nena se había entregado a su amor. Por eso se volvió estrella en el cielo. Una estrella de larga cabellera rubia, una estrellla como nunca había tenido una noche de Bahía.
La felicidad invade el rostro de Pedro el Bala. Para él también vino la paz de la noche. Porque ahora sabe que ella brillará para él entre las mil estrellas del cielo sin igual de la ciudad" (Capitanes de la arena, págs 226-227)".
Esta dimensión lírica viene propiciada, en gran medida, por el tono épico con que Amado reviste las andanzas de los capitanes de la arena, los cuales guardan con la ciudad de Bahía una relación que, en ocasiones, resulta privilegiada: "Vestidos de harapos, sucios, semifamélicos, agresivos, mal hablados, fumadores de colillas, eran los dueños de la ciudad a la que conocían totalmente, a la que amaban totalmente, eran sus poetas." (pág. 22). Los capitanes de la arena, además de ser osados y eficaces en atracos y de burlar a la policía en la misma comisaría o de preparar con éxito la evasión de su jefe del Reformatorio, humillando así al cruel y fatuo director, se muestran valerosos en la pelea con otras bandas rivales y saben gozar como nadie de las fiestas de la ciudad. Y es que la libertad es un tesoro valioso para ellos. Ahora bien, Jorge Amado no se hace demasiadas ilusiones respecto a la libertad, pues sabe que ésta precisa de otros derechos como la seguridad, pues de lo contrario no queda más remedio que pagar un alto precio, como se puede apreciar en estas reflexiones del Sin Piernas:
"Lo que él quería era felicidad, alegría, huir de esa miseria, de toda esa desgracía que los envolvía y los estrangulaba. Es verdad que en las calles había gran libertad. Pero también había la carencia de afecto, la falta de alguna palabra de cariño" (pág. 31)
Pero incurriríamos en un error si, llevados por el sentido de este fragmento, extraemos la conclusión de que el significado de Capitanes de la arena se agota en un mensaje meramente ético, pues no es el Sin piernas sino Pedro el Bala quien, gradualmente, y, en el marco de las enormes limitaciones intelectuales propiciadas por las condiciones materiales en las que se ha desarrollado su peripecia vital, accede al grado de conciencia social que expresa la perspectiva que preside la novela.. Ante él se presentan varias trayectorias: la del buen padre José Pedro y el Pirulito que creen seguir a Dios, la de Volta Seca, que regresa al Sertón para unirse a los bandoleros que actúan justicieramente, o la del Gato, que muy pronto se convierte en un chulo destinado a hacer fortuna en el mundo de la prostitución de la ciudad; pero es consciente de que todas ellas resultarán estériles o, cuanto menos, dejarán las cosa como están sirviendo, en mayor o menor medida, a la reproducción del orden social. Pedro el Bala necesita ir más allá de la piedad cristiana y del odio que se termina apoderan del Sin Piernas, de los bandoleros y de la propia mitología afroamericana que presenta a sus deidades como espíritus dotados de poderes sobrenaturales que actuarían justicieramente, espíritus que, por cierto, como el lector podrá apreciar, resultarán burlados cuando la viruela negra azote la ciudad. Y encontrará este más allá en la praxis social organizada que se manifiesta en los estibadores del puerto y en otros grupos de trabajadores que se unen en una gran huelga, la cual es presentada como el único instrumento eficaz para conseguir una sociedad más justa.
Recordemos, para terminar, que Jorge Amado escribe desde la perspectiva de un simpatizante comunista que militará en el Partido de manera muy activa, circunstancia que le llevaría al exilio en varias ocasiones.
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