jueves, 27 de septiembre de 2012

Una vida anónima

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  • Autor: Julián Zugazagoitia (1899-1940)

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  • Título: Una vida anónima.

  • Año de publicación: 1927.

  • Editorial: Javier Morata, Madrid

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    Más o menos de manera paralela a la producción artística anterior a la Guerra civil española de los poetas de la generación del 27, tuvo lugar un cierto florecimiento de la novela social. El más conocido de estos novelistas preocupados por los problemas sociales quizá sea el aragonés Ramón J. Sender; otros cultivadores de menor fama son César Arconada, Joaquín Arderius, Andrés Carranque de Ríos Julián Zugazagoitia y José Díaz Fernández, quien en su libro El nuevo romanticismo puso las bases teóricas para la cimentación de toda una estética comprometida con la causa de la justicia social. Díaz Fernández  le pide al escritor que produzca obras literarias que a un mismo tiempo sean de elevada calidad estética y estén decididamente comprometidas con el movimiento emancipador liderado por campesinos y obreros, y critica la estética "escapista" inspirada en José Ortega y Gasset. El resumen que de estas novelas hace Pablo Gil Casado nos puede servir para tener una idea más precisa de este movimiento: "Como consecuencia, la nueva literatura social aparece llena de ardor combativo y de un fuerte tono de denuncia y protesta. La novela se humaniza intensamente y, en conjunto, tiende al realismo, aunque la nueva concepción del arte impone ciertos límites al realismo, principalmente la tendencia a hacer de la masa el personaje principal, suprimiendo al protagonista, la falta de concreción en los conflictos sociales que se reemplaza por la disertación partidista y el odio al mundo burgués" (Gil Casado Pablo: La novela social en España, Barcelona, Seix Barral, pág. 96, 1968-1975.

    Los críticos coinciden en que no todas estas novelas sociales de la década anterior a la Guerra civil responden a los criterios estipulados por Díaz Fernández; por ejemplo, en Una vida anónima, se encuentran de manera bastante atenuada por elementos de la novela sentimental y psicológica.

    La peripecia vital de Zugazagoitia estuvo, desde un principio, intensamente marcada por  el Partido Socialista Obrero Español, a cuyas juventudes se afilió en 1914, con tan sólo 15 años. Durante la II República ocupó cargos en el ayuntamiento de Bilbao y fue diputado por Badajoz .Entre 1937 y 1938, fue ministro de Gobernación con Juan Negrín. Tras la contienda se trasladó a París, donde fue secuestrado por agentes franquistas con la ayuda de las autoridades francesas. Llevado a España, se le fusiló en una de las tapias del cementerio de la Almudena en noviembre de 1940. Llevó a cabo una importante labor periodística en publicaciones como La lucha de clases, El Liberal, de Bilbao o El socialista de Madrid.

    Entre la producción literaria de Zugazagoitia destacan las biografías de tendencia novelesca de Pablo Iglesias y el intelectual socialista vasco Tomás Meabe y las novelas Una vida anónima, que forma con las anteriores una trilogía titulada Trilogía de los hombres, El botín, El asalto y la hasta hace poco inédita Los trabajos clandestinos. Estas últimas obras forman una segunda trilogía.[1]

    Una vida anónima está construida a partir del hallazgo de un manuscrito a cuyo autor, que no desea desvelar su verdadera identidad, se le da el nombre ficticio de Fermín Olarte. Olarte, el protagonista indiscutible de esta novela, es un obrero metalúrgico, activamente comprometido con el Partido socialista, que trabaja en los Altos Hornos de Vizcaya, En primera persona y en un estilo sencillo, nos va transmitiendo sus experiencias  en el trabajo, en las labores de organizador sindical y del partido, en el ámbito familiar e, incluso, como lector. No se trata de un mero registro de hecho, ya que, en todo momento, nos ofrece su punto de vista. Y es que esta narración supone el reflejo del titánico esfuerzo que su protagoniza hace por integrar lo público y lo privado. Para él, ser socialista no implica tan sólo la adhesión a un partido y un sindicato concretos sino toda una actitud ante la vida en general, un continuo ejercicio de autoexamen y superación ética. Es precisamente en esta tensión donde, a nuestro juicio, reside el mayor valor estético-literario de Una vida anónima.

    Al principio de la novela, Fermín tiene asimilada la idea marxista de que el trabajo es la esencia del hombre hasta tal punto que no se deja desmoralizar por las muchas circunstancias que concurren para que el trabajador se sienta alienado y se considere como una bestia donde debiera sentirse plenamente humano:

    "Hay días en que el trabajo, lejos de ser un castigo, como pretende la Biblia, es un goce.  Es fácil saber cuándo la labor es castigo y cuándo es regalo. Depende de la atención que pongamos en el tiempo. Si nuestros ojos siguen a las manecillas del reloj; si nos desinteresamos de ellas y clavamos la atención en las dificultades de nuestra obra, entonces la labor es un regalo. Mi atención estos días está atenazada por los problemas de la pieza que me corresponde fundir. Vivo un poco en ella y vibro fuera de mis manos en la espátula, en el gancho en la paleta (……). Mi labor escapa a la jurisdicción de la fábrica; mientras está en ella es mía, sólo mía" (Una vida anónima págs 34-35)

    El blanco central de estas reflexiones lo conforman la idea bíblica del trabajo como castigo y, sobre todo, los anarquistas, frente a quienes hace una llamada a la moderación y defiende la necesidad de ciertos aspectos materiales e ideológicos del orden establecido. Así, una vez instalado en París, una de las actitudes que más admira en el movimiento obrero francés es su honradez profesional, esto es, la disciplina y el empeño en condenar al ostracismo a los técnicos inútiles y perezosos. Y es que Fermín Olarte tiene muy claro que es preciso que cada obrero se entregue por completo a la creación de capital. Ahora bien, es igualmente su deber luchar para que los beneficios de dicho capital no se queden en manos de las élites capitalistas sino que beneficien al conjunto de la sociedad:

    "(…..) pero nadie, por ahora, cae en la niñería de confundir la riqueza con el rico; el capital con el capitalista. El enemigo tiene los contornos precisos, la silueta reforzada para blancos certeros. El enemigo es el capitalista. Se busca su pecho. La pólvora no rozará, salvo excepciones, descontados los momentos de violencia ciega, el flanco de la riqueza, cuya posesión se disputa. Estas  ideas, comunes a los trabajadores organizados, aclaran ese continuo desplazarse hacia los bulevares, fuera del área de las fábricas, que tienen en París los movimientos iracundos de los obreros."(pág. 158).

    Cuando se presenta la necesidad de la huelga, Olarte se muestra muy reticente, pues entiende que se trata de un procedimiento al que recurrir sólo en última instancia y siempre y cuando cuente con un fuerte apoyo popular. Finalmente, ante la negativa de los patronos a mejores los cada vez más paupérrimos salarios de los obreros, la huelga estalla y participa en ella de manera muy activa. Se trata de la huelga metalúrgica del verano de 1916, en la que en un enfrentamiento con las fuerzas del orden, fallece el obrero Cipriano García, al cual se le hace un homenaje en el cementerio de Sestao en el que tuvo lugar una emotiva intervención de Indalecio Prieto. Tanto Cipriano García como Prieto figuran con sus verdaderos nombres en la novela.

    Pero las energías sociales y cívicas del protagonista  se ven frustradas por una serie de fantasmas, de los cuales los más determinantes son la falta de entendimiento con su esposa y la salud. Y es que, para él, la familia es un elemento fundamental en la construcción del paraíso socialista. Es muy interesante la función que, en este contexto, otorga a la mujer y al movimiento feminista, pues es muy deudora de la concepción decimonónica y dickensiana de la esposa como el ángel del hogar. No tiene desperdicio el fragmento que insertamos a continuación en el que Olarte condensa lo esencial de lo que denomina "socialismo de cocina".

    "Practica – Olarte se está refiriendo a María Marta, esposa de un amigo - un socialismo ignorado, un socialismo que yo llamo de cocina. El mejor en la mujer. Consiste en robustecer la fe del marido, en mantenerle alegre en los días de  desánimo, que son muchos, y en participar de su alegría en las horas de triunfo, dedicadas a la cordialidad. Es un socialismo, ese que llamo de cocina, de abnegaciones y de sacrificios, callado y oscuro. En la cocina, además, se crían nuestros hijos. Es necesario pues que en ella haya un poco de poesía que sólo la mujer, nuestra compañera, cuando es inteligente, fina, puede llegar a poner. El sentimiento de rebeldía puede empezar por un cuento (…..). Ninguna literatura llega a los niños tan rápidamente como una fantasía, un cantar de su madre".

    Este párrafo deja claro que Olarte, y por tanto, Zugazagoitia, entiende que el socialismo no se debe quedar en una ideología meramente economicista, sino que ha de construir una mitología, esto es, una serie de fórmulas que apelen a los sentimientos y a la sensibilidad.

     

    La figura del protagonista, demasiado abrumado por sus problemas personales, hace que los demás personajes, por lo general, se nos presenten un tanto desdibujados y, en algunos casos, parezcan meras creaciones ad hoc, introducidas para fortalecer la línea ideológica del autor. Ese es el caso, por ejemplo, de García, anarquista moderado, con el que Olarte entabla amistad en París y con quien mantiene conversaciones interesantes y aleccionadoras sobre aspectos como la revolución rusa y la violencia revolucionaria. Es también digno de mención Don Alberto, el ingeniero de la fábrica bilbaína en la que trabaja Olarte, el cual en un intento por empatizar con los obreros se declara socialista. Fermín no cree en su socialismo, pero valora positivamente el talante abierto hacia los trabajadores que caracteriza a este personaje.

     

    Por cierto, José María Villarias Zugazagoitia sostiene que Fermín Olarte al final de la novela se termina convirtiendo en el alter ego de Pablo Iglesias:. "pues su diario recoge los últimos sentimientos y etapas vitales de El abuelo,  fecha de muerte incluida (9 de diciembre), (…..) destacando el amor paterno hacia el hijo que tuvo con su primera esposa; la vida sentimental con su segunda mujer" (…..) (Prólogo a El botín, de Julián Zugazagoitia, Madrid, Viamonte, 2004, págs 13-14).

     

    Una vida anónima nos ofrece otros aspectos que nos parecen también interesantes como la crítica que hace a la indefensión en la que se encuentran los ciudadanos sin recursos económicos ante la enfermedad, incluso en un país más avanzado en la conquista de los derechos sociales como es Francia;  las dudas religiosas que aquejan al protagonista o la visita de éste al colegio de ciegos y sordomudos de Deusto para acompañar a su hermano invidente.

     


    [1] Tanto El botín como El asalto y Los trabajos clandestinos han sido publicadas por Viamonte; las dos primeras en 2004 y la última en 2005.

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